Los defectos refractivos son unos de los problemas de visión más comunes en edad pediátrica (afectan a 1 de cada 5 niños) y comportan mala visión por el desenfoque de los objetos en la retina, de modo que la imagen que llega al cerebro no es nítida.
- Hipermetropía: el ojo del niño es más pequeño de lo habitual y los rayos de luz procedentes de los objetos se enfocan por detrás de la retina.
- Miopía: ocurre lo contrario. Son ojos más grandes en los que el enfoque se produce por delante de la retina.
- Astigmatismo: el ojo es ovalado en vez de esférico, y los rayos de luz se dispersan en varios puntos de foco.
Mientras que la hipermetropía puede desaparecer a medida que el niño crece y su ojo también lo hace, la miopía tiende a ir aumentando, pudiendo llegar a altas miopías que conllevan un mayor riesgo de complicaciones oculares. A su vez, el astigmatismo suele estar presente y mantenerse estable desde el nacimiento y, ante un cambio de graduación llamativo en la infancia o adolescencia, debemos sospechar de una patología llamada queratocono.
Si los defectos refractivos no se corrigen adecuadamente, sus consecuencias son especialmente perjudiciales en los niños, ya que la visión se desarrolla durante la primera década de vida de vida. Por tanto, si originan un ojo vago (supresión de la visión del ojo que necesita más graduación), es fundamental tratarlo a tiempo para que el déficit visual no se cronifique en la edad adulta.
La hipermetropía provoca visión borrosa de cerca y la miopía de lejos, mientras que el astigmatismo –que puede presentarse aislado o asociado a los dos anteriores defectos refractivos–, comporta desenfoque en todas las distancias.
Sin embargo, los niños no suelen quejarse de que ven mal y estos problemas pueden pasar desapercibidos y no recibir el tratamiento oportuno. Algunas señales de sospecha para padres, profesores o cuidadores pueden ser:
- Molestias oculares: el niño se frota mucho los ojos, tiene exceso de lagrimeo, enrojecimiento ocular etc. como consecuencia del sobreesfuerzo para enfocar
- Dolores de cabeza frecuentes: especialmente habituales al final del día o tras realizar los deberes u otras tareas de concentración.
- Dificultades escolares o un bajo rendimiento escolar: problemas de lectoescritura, de memorización o de atención en el aula pueden estar relacionados con una mala visión.
- Posturas inadecuadas: el niño ladea la cabeza, entrecierra los ojos, se acerca mucho al libro o a la pizarra etc. para intentar ver mejor.
- Actitud retraída: la falta de relación con otros niños o el rechazo a ciertos juegos en el parque o en la hora del patio puede deberse a la inseguridad que provoca en el pequeño no ver bien.
Más allá de prestar atención a estas señales, es fundamental realizar revisiones oculares anuales a partir de los 3-4 años con el oftalmólogo pediátrico.
En los defectos refractivos influye el factor hereditario, por lo que si uno o ambos padres tienen miopía, hipermetropía y/o astigmatismo, es más probable que el pequeño también.
Por otro lado, el estilo de vida actual, con un menor tiempo al aire libre (menor uso de la visión lejana) y mucho rato frente a pantallas (exceso de visión cercana), está contribuyendo al aumento de la prevalencia de la miopía entre las nuevas generaciones.
Fuente: https://miranza.es/patologias/defectos-refractivos-en-ninos/