La medicina antienvejecimiento es una rama relativamente joven que en ocasiones ha sido frivolizada. Vista por algunos como un intento de mejorar no ya la salud sino la estética (algo lícito por otro lado) o con un componente elitista, lo cierto es que los avances en este campo pueden tener implicaciones muy importantes.
Así, y como hemos mencionado en este espacio en más de una ocasión, los criterios de excelencia que se siguen en la medicina antivenvejecimiento en relación con los marcadores biológicos hacen que esta aproximación sea un paso más allá en la prevención de las enfermedades más prevalentes. El enfoque en las intervenciones es, además, multidisciplinar, recurriendo a cambios en el estilo de vida y el uso de suplementación o fármacos cuando sea necesario.
En paralelo, el estudio de los procesos de envejecimiento a nivel celular está vinculado con los avances en la regeneración de tejidos, por ejemplo, a través de las células madre. Y es que, una vez comprendidos los procesos moleculares que hacen que envejezcamos, podemos diseñar intervenciones que nos permitan no solo parar, sino revertir los efectos del paso del tiempo.
Esto es posible gracias a la activación de procesos de reparación que deshacen el daño celular producido por el envejecimiento. El acortamiento telomérico, junto con procesos como la senescencia celular, el daño al ADN o las alteraciones en su metilación (epigenética), así como la disfunción mitocondrial, el estrés oxidativo o la inflamación crónica, contribuyen al mal funcionamiento de nuestras células y, por tanto, de nuestros tejidos.
Recuperando la visión
Un equipo de investigadores dirigido por David Sinclair, de la Universidad de Harvard, uno de los mayores investigadores en medicina antienvejecimiento, ha conseguido recuperar la visión perdida en ratones con daño en la retina, según su publicación en ‘Nature’. Lo consiguieron reseteando algunos de los miles de cambios que se acumulan en el ADN durante el envejecimiento. Para ello reprogramaron algunas células a un estado más joven, de manera que fueron capaces de reparar por sí mismas esos daños.
Hace poco hablábamos de los relojes de la vida y de cómo uno de los más prometedores en cuanto a su aplicación es GrimAge. Este reloj biológico se basa en la medición de las marcas que deja el paso del tiempo y nuestro entorno en el ADN, en forma de la llamada metilación. Este proceso puede ser reversible, como un interruptor que enciende o apaga ciertos genes y los activa o desactiva. Precisamente, Steve Horvath, el padre del GrimAge, es coautor del artículo.
Sinclair y su equipo se plantearon la pregunta de si sería posible resetear el epigenoma, revirtiendo los cambios producidos por el envejecimiento y llevando a las células a un estado más joven. Basándose en trabajos previos del investigador español afincado en EEUU Juan Carlos Izpisúa, usaron un virus como vector para introducir estas instrucciones en las células (algo parecido a lo que hacen algunas vacunas contra el covid-19, con el uso de un adenovirus para dar a las células la instrucción de generar anticuerpos contra el coronavirus).
Las técnicas de reprogramación celular pueden causar el desarrollo de tumores, un riesgo que se puede evitar eliminando un oncogén
Uno de los problemas con las técnicas de reprogramación celular es el riesgo de desarrollo de tumores o la muerte celular. Los cuatro genes, estudiados por Izpisúa, son los llamados factores de Yamanaka, capaces de reprogramar las células. El equipo de Sinclair encontró que el riesgo de cáncer se podía solventar excluyendo uno de los cuatro factores, que es un oncogén, e introduciendo únicamente los otros tres.
El modelo utilizado para probar esta nueva tecnología fue el de ratones con daño retiniano, en el nervio óptico o con un modelo de glaucoma, una de las principales causas de ceguera en humanos. Se inyectó en el ojo de estos ratones el virus que transportaba las instrucciones para que las células resetearan sus marcas epigenéticas. Y el resultado no pudo ser más sorprendente: se indujo la regeneración de nervios en la retina. Algo que ninguna terapia había conseguido anteriormente, y menos en ratones de avanzada edad. Esto se tradujo en una mejora de la capacidad visual de los ratones.
Una nueva esperanza
En los animales tratados, se observó un rejuvenecimiento según los marcadores epigenéticos, algo que también se pudo observar en células humanas in vitro. Esto abre una nueva esperanza para aquellas personas con pérdida de visión debido a degeneración retiniana. Pero el potencial es aún mayor. Las células regeneradas son las células ganglionares retinianas, que conectan la retina con el cerebro a través del nervio óptico. Existe la posibilidad de que esta tecnología pueda rejuvenecer otras células del sistema nervioso, pudiendo dar pie a terapias frente a las enfermedades neurodegenerativas.
Lo verdaderamente importante ahora es que esta técnica sea probada y testada, para conseguir trasladar su uso en humanos con seguridad. El potencial es enorme, ya que, si estos procesos de reprogramación celular demuestran ser seguros y efectivos, se podría abrir un nuevo campo en la medicina regenerativa y mejorar la función de tejidos afectados por el envejecimiento tales como el pulmonar, cardiaco o renal.
Creo que este ejemplo muestra con suficiente claridad cómo la medicina antienvejecimiento puede convertirse en una verdadera revolución. No solo podremos prevenir con más precisión y eficacia las enfermedades asociadas a la edad, sino que podremos contar con nuevas terapias en la medicina regenerativa que permitan rejuvenecer nuestras células y tejidos y devolver su función. Todo gracias a la investigación en este campo, y a los esfuerzos por detener, o revertir, el reloj biológico.
Fuente: alimente.elconfidencial.com