La hipertensión arterial es una enfermedad sistémica que puede comprometer de manera severa órganos vitales como el cerebro, el corazón, los riñones y los ojos, entre otros. Su progresión es silenciosa, dañando paulatinamente los tejidos antes de que los efectos nocivos sobre los órganos sean clínicamente evidentes.
La retina es el único lugar del organismo donde podemos visualizar de manera directa los vasos sanguíneos mediante una técnica sencilla y no invasiva, la oftalmoscopia. Esto brinda la posibilidad de equiparar los daños en el fondo del ojo con los de otras partes del organismo.
La retinopatía hipertensiva es el conjunto de manifestaciones oculares que tienen lugar en la retina como consecuencia de la hipertensión arterial. A más presión arterial y tiempo de evolución, más probable que el daño ocular sea severo, y por ende, el del resto del organismo.
Existen otros factores que pueden agravar la retinopatía hipertensiva, como son: la arteriosclerosis, la edad avanzada, la diabetes, niveles altos de colesterol y triglicéridos o el consumo de tabaco, entre otros.
La gravedad de la retinopatía también dependerá del estado previo del árbol vascular retiniano y de la rapidez de instauración de la hipertensión; así podemos diferenciar entre:
Retinopatía hipertensiva crónica
La mayoría de los pacientes sufre esta variante. Suelen ser asintomáticos al inicio pero con la progresión de la hipertensión terminan presentando dificultades visuales. Se diagnostican casualmente con un examen de fondo de ojo, donde encontraremos los siguientes hallazgos:
1. Disminución del calibre vascular de manera difusa o focal.
2. Cruces arteriovenosos patológicos (compresión de una arteria sobre una vena, dificultando el flujo sanguíneo).
3. Alteraciones del reflejo vascular (dificultad en la visualización de la sangre en el interior de los vasos).
4. Aneurismas retinianos: micro y macroaneurismas (dilataciones vasculares anormales de pequeño o gran tamaño, respectivamente).
Retinopatía hipertensiva aguda también denominada maligna o acelerada
Aparece de forma súbita y se caracteriza por presentar presiones muy altas, fuerte dolor de cabeza y acusada pérdida visual. En el examen clínico encontraremos:
1. Hemorragias retinianas, prerretinianas, coroideas o vítreas (por rotura de vasos).
2. Exudados blandos y duros (depósitos de color blanco-amarillento por extravasación de materiales del plasma o por isquemia).
3. Edema de papila (inflamación del nervio óptico).
4. Edema de mácula (inflamación de la parte central de la retina).
Tratamiento
No existe un tratamiento específico para la retinopatía hipertensiva, sólo se debe controlar de forma estricta y mantenida la presión arterial. Aunque en algunos pacientes muy mal controlados pueden quedar daños permanentes y secuelas visuales, en general, un descenso de la presión se traduce en una resolución significativa de las lesiones retinianas.
Por ello, en todo paciente hipertenso es aconsejable una valoración oftalmoscópica periódica, que deberá individualizarse en función de la gravedad de la hipertensión, de la edad y de la coexistencia de otros factores de riesgo cardiovascular.
Dra. Sònia Viver, oftalmóloga del Centro de Oftalmologia Barraquer