A medida que aumentan los casos de diabetes en el mundo, también lo hacen los problemas de salud asociados a esta enfermedad. Entre ellos, los relacionados con los vasos sanguíneos, que pueden verse afectados por los niveles de azúcar en sangre elevados durante largos periodos de tiempo. Las consecuencias de este deterioro incluyen el desarrollo de enfermedades oculares asociadas a la diabetes que, según la Sociedad Española de Retina y Vítreo (SERV), son la causa más frecuente de ceguera en la edad laboral (20-64 años). En el “Informe sobre la Ceguera en España” de la Fundación REtin, se incide también en la influencia de la diabetes en las principales causas de ceguera en el país, entre las que se cuenta, además del glaucoma, enfermedades propias de la retina como la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), la retinopatía diabética y la miopía patológica o alta miopía.
Los niveles altos de glucosa en sangre pueden afectar a la salud ocular a corto plazo y provocar episodios de visión borrosa que desaparecerán a medida que se estos se estabilizan. Pero si estos niveles se mantienen a largo plazo, pueden llegar a dañar los vasos sanguíneos del interior del ojo y desembocar en problemas más graves, entre los que se encuentran, entre otras, la retinopatía diabética. De hecho, según el SERV, durante los primeros veinte años de la enfermedad, “casi todos los pacientes diabéticos tipo 1 y más del 60% de los diabéticos tipo 2 desarrollan esta complicación”. En los de tipo 1, añaden, el 86% de los casos de ceguera están causados por la retinopatía diabética, y en los de tipo 2, un 33% de los casos de ceguera legal (que implica cierto tipo de visión, pero incapacita para el trabajo), se debe a esta patología.
Los niveles altos de glucosa en sangre pueden afectar a la salud ocular a corto plazo
Retinopatía diabética
La retinopatía diabética es una afección ocular directamente relacionada con la diabetes, su duración y control, que provoca cambios en los vasos sanguíneos de la retina. Tal y como apunta la Sociedad Española de Oftalmología (SEO), “cuando los niveles de azúcar en sangre son muy altos durante mucho tiempo pueden dañar los capilares (pequeños vasos sanguíneos) que nutren a la retina. Con el tiempo, por estos vasos empieza a haber una fuga de líquido que causa edema (inflamación) o, en otras ocasiones, estos se pueden cerrar causando isquemia (retinopatía diabética no proliferativa)”. Si no se trata, la isquemia puede evolucionar hacia una retinopatía diabética proliferativa, que implica el crecimiento de nuevos vasos anormales en la retina (neovascularización), que, a su vez, pueden causar sangrados dentro del ojo (hemovítreo) y disminución de la visión, glaucoma neovascular (daño del nervio óptico) o, incluso, desprendimiento de retina.
En sus fases iniciales, la retinopatía diabética no presenta síntomas, de ahí la importancia de acudir al oftalmólogo de manera periódica en caso de padecer diabetes para revisar que la retina no presente daños o alteraciones. “Cualquier cambio en la visión, como vista borrosa o disminución de la agudeza visual periférica, deberá ser consultado con el médico”, apuntan en la Federación Española de Diabetes (FEDE). Además, el único modo de retrasar su aparición es enlentecer su desarrollo con un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado, señalan en la SERV, así como asegurar un control estricto de la diabetes y los factores asociados a su prevención y desarrollo. Según los datos de la Sociedad, el riesgo de ceguera entre los diabéticos es de 50 a 80 veces mayor que en el resto de la población, pero el control de los niveles de glucemia puede reducir hasta en un 70% la progresión de la retinopatía diabética. Por todo ello, aconsejan:
- Controlar los niveles de azúcar en sangre.
- Mantener los niveles de tensión arterial dentro de lo normal: un control estricto se relaciona con una reducción del 7% de la pérdida visual, además de disminuir el riesgo de muertes relacionadas con diabetes y accidentes vasculares cerebrales.
- No fumar, evitar el sobrepeso y llevar unos hábitos de vida saludables que impliquen la práctica de ejercicio físico regular y una dieta equilibrada.