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¿Qué son las cataratas congénitas?

Las cataratas congénitas son una patología ocular caracterizada por la opacidad del cristalino desde el nacimiento. El cristalino es la lente natural del ojo que se encarga de enfocar los objetos a diferentes distancias, reflejando la luz procedente de ellos en la retina para que los veamos de manera nítida y clara. La transparencia del cristalino también determina que veamos los colores vivos y brillantes. 

Generalmente, las cataratas están ligadas al envejecimiento, ya que, a medida que vamos cumpliendo años, el cristalino va perdiendo flexibilidad y transparencia. Sin embargo, en el caso de las cataratas congénitas (poco frecuentes), esta opacidad del cristalino está presente al nacer, en uno o ambos ojos, lo que impide que el bebé desarrolle el sentido de la vista. 

Dado que no se pueden prevenir, es necesario que llevemos a cabo un examen ocular exhaustivo de los recién nacidos para detectar las cataratas congénitas cuanto antes. De hecho, muchas veces resulta fundamental tratarlas en las primeras semanas de vida, cuando es importante que el bebé reciba una estimulación visual adecuada para que tenga un buen desarrollo.

Una forma de detectar si tiene cataratas congénitas es fijándonos en la pupila del ojo: aunque habitualmente es negra, la opacidad del cristalino hace que aparezca total o parcialmente blanca. Esta manifestación puede aparecer también en forma de reflejo blanco, como si la mancha estuviera en el interior de la pupila (leucocoria) y se diagnostica mediante un examen del fondo de ojo en la consulta del oftalmólogo pediátrico.

Por otro lado, también es muy frecuente la asociación de las cataratas congénitas con el estrabismo infantil, ya que la merma de visión asociada a la pérdida de transparencia del cristalino detiene la maduración de la función binocular que nos permite alinear ambos ojos.

Las cataratas congénitas no siempre tienen una causa conocida, aunque intervienen factores hereditarios y, generalmente, van acompañadas de otros síndromes y patologías, tales como las trisomías 13 y 21, la rubeola congénita o la galactosemia (imposibilidad de metabolizar un azúcar llamado galactosa). Además, algunos casos también pueden estar provocados por infecciones durante el embarazo.

Fuente: https://miranza.es/patologias/cataratas-congenitas/

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¿Qué es el desprendimiento de retina?

El desprendimiento de retina consiste en la separación de la retina (capa que tapiza  el interior del ojo) de la pared ocular a la que está “pegada”, la coroides (capa intermedia del globo ocular). 

Sin el aporte de nutrientes y oxígeno que reciben de la coroides, las células retinianas, muy especializadas y sin capacidad de regenerarse, se dañan y no pueden funcionar correctamente. Es por ello que la pérdida de visión puede ser muy severa si no lo tratamos a tiempo, estando considerado una urgencia oftalmológica.

Según los mecanismos que originan el desprendimiento de retina, podemos distinguir varios tipos:

  • Desprendimiento de retina regmatógeno: es el más frecuente y se produce por la formación de pequeños desgarros en la retina, a través de los cuales pasa líquido que “despega” la retina. 
  • Desprendimiento de retina traccional: está causado por membranas, generalmente fibrosas o fibrovasculares, que tiran de la retina y la separan de la coroides.
  • Desprendimiento de retina exudativo: ocurre en procesos inflamatorios que afectan al ojo y, en ocasiones, también puede deberse al crecimiento de nuevos vasos en la capa vascular de la coroides, dando lugar a pequeños levantamientos retinianos.

Es una enfermedad ocular que no duele, pero debes prestar atención a algunas señales de alarma que son comunes a un desprendimiento de vítreo y que pueden preceder a un posible desprendimiento de retina, como la aparición o aumento de moscas volantes y destellos luminosos. Asimismo, si ves una zona oscura o una cortina negra en alguna zona de tu campo visual, bien sea  por arriba, abajo o los laterales, puede ser que el desprendimiento de retina ya haya ocurrido. En aquellos casos en los que afecta a la zona central y más importante de la retina, también puedes notar distorsión de las imágenes y pérdida de agudeza visual. 

El desprendimiento de retina puede darse a cualquier edad, aunque es más probable que suceda si tienes más de 40 años. También pueden influir los antecedentes familiares y otros factores de riesgo pueden ser: 

  • Alta miopía 
  • Cirugías oculares previas, como la de catarata 
  • Retinopatía diabética 
  • Traumatismos oculares 

En el caso de los desprendimientos de retina traumáticos, especialmente complejos, son frecuentes los que están relacionados con la práctica de determinados deportes de contacto o con pelota (como el pádel o el tenis), así como con accidentes de tráfico o laborales.

Fuente: https://miranza.es/patologias/desprendimiento-de-retina/

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¿Qué es la membrana epirretiniana macular?

Las membranas epirretinianas son tejidos fibrosos que crecen sobre la mácula, la parte central de la retina implicada en la visión central y de los detalles. Este tejido fibroso provoca pliegues o arrugas en la superficie de la retina y hace que la visión se distorsione o, directamente, se pierda. Se trata de una de las afecciones retinianas más frecuentes.

La sintomatología asociada a esta patología no ocurre de manera repentina, sino gradual. Por este motivo, el diagnóstico se retrasa en muchos casos si no te realizas revisiones oculares periódicas, necesarias aún sin notar nada extraño en la visión como destacan los especialistas de Miranza.

Cuando ya están instauradas, las membranas epirretinianas maculares pueden ocasionar pérdida de visión central, visión nublada o borrosa y metamorfopsia (es decir, distorsión o deformación de las imágenes).

El principal factor de riesgo para desarrollar membranas epirretinianas es la edad (sobre todo, a partir de los 50 años). No obstante, existen otros factores que incrementan las posibilidades, como pueden ser:

  • Desprendimiento de vítreo
  • Desprendimiento de retina
  • Enfermedades vasculares de la retina, como la retinopatía diabética
  • Infecciones oculares
  • Traumatismos oculares
  • Determinadas cirugías oculares

El hecho de tener una membrana epirretiniana macular en un ojo, hace más probable (20% más de riesgo) que también puedas desarrollar este problema en el otro, por lo que no debes descuidar el seguimiento oftalmológico.

Fuente: https://miranza.es/patologias/membrana-epirretiniana-macular/

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Edema macular

El edema macular es una patología oftalmológica caracterizada por la inflamación de la mácula del ojo, una pequeña zona situada en el centro de la retina que se encarga de enfocar las imágenes y de percibir los detalles finos de la visión. 

Este trastorno se produce cuando los vasos sanguíneos que irrigan la retina se alteran, siendo muy permeables y/o presentando fugas, a través de las que se filtran fluidos que se acumulan en la mácula. Como consecuencia, la inflaman e impiden que pueda funcionar correctamente.

El edema macular no duele y en su fase inicial puede que no lo notes. A medida que avanza, se manifiesta en forma de visión central borrosa y distorsión de las imágenes (alteraciones en la forma de los objetos que te rodean, rasgos faciales deformados, líneas que se quiebran o se tuercen…), así como cambios en la percepción de los colores. Estos síntomas son característicos de daños en la mácula  y pueden dificultar actividades cotidianas como leer,  escribir o realizar otras tareas de precisión.

El edema macular es una complicación relativamente frecuente de la retinopatía diabética y, de hecho, representa la principal causa de pérdida de visión en pacientes con diabetes. 

No obstante, también hay otras enfermedades que multiplican el riesgo de sufrir edema macular como:

  • DMAE 
  • Desprendimiento de vítreo
  • Distrofias de retina
  • Uveítis
  • Traumatismos oculares
  • Tumores oculares

En raras ocasiones, intervenciones quirúrgicas de cataratas , retina o glaucoma pueden ocasionar edema macular, que también puede aparecer como efecto secundario de algunos medicamentos.

Fuente: https://miranza.es/patologias/edema-macular-ocular/

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¿Qué es la enfermedad de Stargardt?

La enfermedad de Stargardt es una patología oftalmológica similar a la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), pero no está ligada al envejecimiento, sino a factores genéticos. De hecho, también se conoce como degeneración macular juvenil, ya que provoca un deterioro progresivo de la mácula o zona central de la retina. En esta zona es donde se concentran fundamentalmente las células fotorreceptoras responsables de la visión de detalle y la percepción de los colores (llamadas conos), que van muriéndose a causa de la enfermedad.

Englobada dentro del grupo de las distrofias hereditarias de la retina, es la más frecuente de las que afecta a la mácula, si bien sigue considerándose una patología rara o minoritaria (presente en 1 de cada 10.000 personas).

La enfermedad de Stargardt suele empezar a manifestarse antes de los 20 años, normalmente en la infancia o la adolescencia, y avanza gradualmente. La destrucción de los fotorreceptores maculares se traduce en zonas oscuras en la zona central del campo de visión y pérdida progresiva de agudeza visual, lo que repercute en actividades como leer o estudiar. Si tienes esta patología, es frecuente que experimentes dificultades para apreciar los detalles pequeños, así como para distinguir colores parecidos o acomodar la vista en diferentes condiciones de luz. 

La velocidad de progresión y el grado de afectación final varían de un paciente a otro pero, habitualmente, se conserva cierta agudeza visual y una buena visión periférica.

El origen de la enfermedad de Stargardt es genético. Concretamente, se transmite en la mayoría de los casos a través de un patrón de herencia autosómico recesivo, cuya particularidad es que puedes sufrir los síntomas si heredas la mutación en el gen alterado (llamado ABCA4) de ambos progenitores. Estos únicamente son portadores del gen, pero no presentan la patología. 

Asimismo, si solo uno de tus progenitores tiene el gen defectuoso, también serás portador y no desarrollarás los síntomas (salvo en contadas excepciones), aunque podrás transmitir la mutación a tu descendencia.

Fuente: https://miranza.es/patologias/enfermedad-de-stargardt/

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Distrofia de retina

Una distrofia de retina es una enfermedad hereditaria de la retina, que afecta a sus capas más externas, dañando principalmente las células fotorreceptoras (un tipo de neuronas sensibles a la luz) y el epitelio pigmentario (encargado de nutrir a los fotorreceptores). En algunas distrofias, también pueden producirse alteraciones en el gel vítreo que rellena el globo ocular y está en contacto con la retina. 

Existen una veintena de distrofias de retina distintas, que pueden manifestarse solamente a nivel ocular o asociarse a síndromes que afectan a varios órganos.  Algunas de las principales son:

  • Acromatopsia
  • Amaurosis congénita de Leber
  • Coroideremia
  • Distrofia de conos
  • Distrofia de conos y bastones
  • Enfermedad de Best
  • Enfermedad de Stargardt
  • Retinosis pigmentaria 
  • Retinosquisis
  • Síndrome de Stickler
  • Síndrome de Usher
  • Vitreorretinopatía exudativa familiar

Los síntomas que puedes experimentar son variables en función de cada distrofia de retina y su grado de evolución. Que tengas afectación de la visión central y/o periférica dependerá del tipo de células fotorreceptoras dañadas por la enfermedad: en el primer caso, los conos (concentrados en el centro de la retina y necesarios para discriminar detalles y percibir colores) o, en el segundo, los bastones (distribuidos alrededor de la retina y responsables de ver de noche). Por eso, en algunas distrofias también son habituales las alteraciones cromáticas o la mala visión nocturna, además de otros síntomas como deslumbramiento y sensibilidad extrema ante la luz o destellos y “flashes”.

Fuente: https://miranza.es/patologias/distrofia-de-retina/

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¿Qué es la alta miopía?

La alta miopía, también denominada miopía magna o miopía patológica, ocurre si tienes más de 6-8 dioptrías. Es mucho menos frecuente que la miopía simple y, más allá del problema de enfoque que supone, puede desencadenar distintos tipos de complicaciones oculares. Esto se debe al mayor alargamiento del ojo miope, que, en el caso de la alta miopía, puede estar por encima de los 28 milímetros. Como consecuencia de este excesivo crecimiento del globo cular –que suele iniciarse en la infancia y continuar en la edad adulta–, las capas internas del ojo, como la retina, sufren un estiramiento y son cada vez más delgadas y frágiles.

Por este motivo, si tienes alta miopía es muy importante que acudas al oftalmólogo de forma regular, tanto para seguir la evolución del defecto refractivo y proporcionarte la corrección adecuada, como para detectar y tratar precozmente lesiones y daños oculares asociados.

Cuanto mayor sea el número de dioptrías, más borrosa será tu visión de lejos. Además, algunas de las complicaciones que pueden desencadenarse de la alta miopía en el fondo del ojo pueden provocarte distintos síntomas visuales que no debes pasar por alto y requieren revisión.

Aunque se desconocen las causas exactas que la provocan, la alta miopía tiene un componente genético y, por ello, suele haber antecedentes familiares. 

A su vez, el hecho de tener un elevado número de dioptrías aumenta el riesgo para la visión y, por ejemplo, multiplica más de 10 veces las probabilidades de sufrir un desprendimiento de retina. Otras complicaciones en el fondo del ojo pueden ser el agujero macular, la membrana epirretinana macular o la degeneración macular miópica –que afectan a la visión central–, así como hemorragias, alteraciones en el gel vítreo etc.

Fuente: https://miranza.es/patologias/alta-miopia-magna/

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Retinosis pigmentaria

La retinosis pigmentaria es una distrofia hereditaria de la retina, categorizada como enfermedad “rara”, que afecta a 2 o 3 de cada 10.000 personas y representa la primera causa de ceguera por causa genética en la población adulta. 

Se trata de una enfermedad que daña de forma progresiva la retina (capa más interna del ojo), produciendo la pérdida o “muerte celular programada” de sus células fotorreceptoras. Estas son las encargadas de convertir los estímulos luminosos que entran en el ojo en señales nerviosas o eléctricas que se transmiten al cerebro. Típicamente la retinosis pigmentaria afecta a los fotorreceptores conocidos como bastones (responsables de la visión periférica) y respeta a los conos (responsables de la visión central). Sin embargo, en estadios finales puede haber una atrofia general de la retina.

Aunque se nace con la enfermedad, la retinosis pigmentaria no suele debutar hasta la adolescencia o la juventud, con una edad de aparición variable. Los primeros síntomas suelen ser la mala visión nocturna (falta de adaptación a la oscuridad) y la reducción progresiva del campo visual. A medida que progresa la patología también son habituales los deslumbramientos y, en fases avanzadas, la disminución de la agudeza visual y la alteración en la percepción de los colores.

La retinosisis pigmentaria es una enfermedad hereditaria y existen diferentes mutaciones, en varios posibles genes, que desencadenan los mecanismos que la provocan, con distintos grados de severidad.  Así pues, hay tres tipos de herencia que condicionan la evolución de la patología y el pronóstico visual, aunque también existen algunos casos esporádicos sin antecedentes familiares.

  • Herencia dominante: todos los portadores de la mutación presentan la patología, pero es el caso con mejor pronóstico.
  • Herencia recesiva: los portadores de una única mutación están sanos y los que tienen dos mutaciones en el mismo gen desarrollan la enfermedad. El  pronóstico es intermedio.
  • Herencia ligada el sexo: solo los hombres sufren la patología (las mujeres son portadoras). Es el caso con peor pronóstico.

Fuente: https://miranza.es/patologias/retinosis-pigmentaria/

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¿Qué es el desprendimiento de vítreo?

El desprendimiento de vítreo es un trastorno ocasionado por el deterioro de la consistencia gelatinosa del líquido que rellena el interior del globo ocular. 

Cuando el humor vítreo se vuelve más líquido de lo normal y pierde firmeza, termina “colapsándose”. Como consecuencia, la membrana que lo envuelve (llamada hialoides) se separa de la capa a la que se encuentra unida, la retina, pudiendo generar una rotura en este tejido que tapiza el interior del ojo.

El desprendimiento de vítreo no duele y las principales señales que puedes notar si se ha producido son moscas volantes o pequeñas manchas negras que se mueven por el campo visual, así como destellos luminosos que duran unos segundos y se perciben sobre todo por la noche o en ambientes con escasa iluminación.

Ante la aparición o aumento repentino de estos síntomas, te recomendamos no retrasar la visita al oftalmólogo. Aunque el desprendimiento de vítreo no suele ser grave, en ocasiones puede preceder a un desprendimiento de retina, si el gel vítreo tira del tejido retiniano y lo desgarra.

Generalmente, el desprendimiento de vítreo es un proceso asociado al envejecimiento, de forma que es más habitual que lo presentes a partir de los 50 años. No obstante, existen otras causas y factores de riesgo que pueden ocasionar o multiplicar el riesgo de sufrirlo:

  • Alta miopía
  • Procesos inflamatorios recurrentes, como la uveítis
  • Traumatismos oculares
  • Complicación de una cirugía de cataratas, aunque es poco frecuente

Fuente: https://miranza.es/patologias/desprendimiento-de-vitreo/

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¿Qué es la uveítis?

La uveítis es una patología ocular caracterizada por la inflamación de la úvea, una capa vascular situada por debajo de la esclerótica (la parte blanca del ojo) que consta de tres estructuras:

  • Iris: área pigmentada que confiere el color a los ojos.
  • Cuerpo ciliar: justo debajo del iris, llega hasta la retina y se encarga de generar el líquido que mantiene la presión adecuada dentro del ojo.
  • Coroides: también conocida como úvea posterior, está situada debajo de la retina. Es una capa formada por vasos sanguíneos y tejido conectivo, encargada, fundamentalmente, de nutrir los tejidos intraoculares.

La uveítis puede afectar a alguna de estas partes o a todas ellas (panuveítis), ya sea de forma aguda o crónica. Además, es una patología que tiende a ser recurrente y reaparecer de manera intermitente, con intervalos de tiempo en los que no da síntomas.

Los síntomas que puedes notar varían en función del tipo de uveítis que tengas. Si la inflamación se localiza en el iris y el cuerpo ciliar, es habitual que notes el ojo enrojecido, doloroso y especialmente sensible ante la luz, además de visión borrosa en algunos casos. Por otro lado, si la uveítis se da en la coroides, no tendrás dolor ni ojo rojo, pero puedes percibir moscas volantes y perder visión (normalmente de forma transitoria aunque, si no aplicamos el tratamiento adecuado de forma precoz, aumenta el riesgo de daños visuales permanentes).

La uveítis es especialmente frecuente en torno a los 20-40 años, representando la tercera causa de ceguera en edad laboral en países desarrollados.

Se trata de una patología multifactorial, que puede presentarse de forma aislada a nivel ocular o relacionada con trastornos que afectan al resto del organismo y también al ojo. De esta forma, entre las causas más comunes de uveítis nos encontramos con:

  • Infecciones: por ejemplo, toxoplasmosis (la causa infecciosa más común), tuberculosis, sífilis, herpes…
  • Problemas autoinmunes: como la sarcoidodis, el lupus o ciertos trastornos reumáticos (artritis reumatoide, espondilitis anquilosante…), entre otros.
  • Formaciones anómalas de tejido que pueden ser benignas o, por el contrario, cancerosas.

Fuente: https://miranza.es/patologias/uveitis/